POR: CAYUQUI ESTAGE NOEL
Con mucha frecuencia periodistas, estudiosos, alumnos de secundaria con tareas a cumplir, y simplemente gente curiosa, me han preguntado cómo y porqué se realizó el primer Atlixcayotl. Estas preguntas me han obligado a indagar dentro de mi y de los hechos de hace treinta y ocho años para hallar la razón de ser de este festival que aparentemente tuvo un origen fortuito y un desarrollo ingénito. En algunas ocasiones se ha dicho que el Atixcayotl había sido “resurgido”, “rescatado”, “afianzado” y revivido. De igual manera, y tal vez en términos más precisos, podrá decir que este festival fue “reinventado” dado la manera en que se suscitó. Pocos refieren al Atlixcayotl como una creación actual armado con elementos antiguos, quizás por temor de que esto desmeritaría el festival. A pesar de ser un festival de reciente creación, las danzas, los bailes y los ritos presentados en el Atlixcayotl son de todo auténticos, el resultado de una investigación minuciosa de muchos años, y la reevaluación de una cultura milenaria. Algunas de las manifestaciones coreográficas remontan a tiempos prehispánicos, alteradas por el paso del tiempo y las influencias extrañas a partir de la Conquista Española. Sin embargo no se puede decir que el Atlixcayotl es una fiesta prehispánica, ni siquiera totalmente indígena. Es una fiesta mestiza, organizada por gente mestiza, en la cual participan comunidades indígenas, como también mestizos, y aún con la posibilidad de acomodar grupos criollos. Cabe decir que en el año de 1977 se planeaba la presentación del pueblo de Chipilo, comunidad de inmigrantes italianos arribados a estas tierras en las primicias del siglo XX, proyecto que no se llevó a cabo debido a la supresión del festival en este año.
Concedido el éxito de este festival, no obstante las presiones de afuera, y “desde arriba” a desaparecerlo, creo conveniente examinar estos puntos como una pauta para la creación de otros festivales de origen popular en el futuro, si es que alguien quisiera echar a cuestas una tarea de esta índole. Quedan aún muchas posibilidades dentro del marco geográfico Atlixquense para la creación, o “reinvención” de otros festivales que pudieron contribuir al rescate, conservación y difusión de los valores culturales de la comarca. Por eso trataré a continuación a elucidar estas cuestiones y de ofrecer una secuencia cronológica de los hechos.
El primer Atlixcayotl se llevó a cabo en el lugar denominado “La Escalera Ancha ” en la intersección de la calle 11 Sur y la Avenida Hidalgo. Fue el 20 de diciembre de 1965 , a las 21:00 horas; casi pisando los talones de un evento de danza oaxaqueña que habíamos presentado en el mismo lugar dos meses antes. Esta programa, intitulada “Oaxaca Música, Canto y Danza” estaba a cargo del Taller de Danza Regional de la Casa del Estudiante Oaxaqueño del maestro Enrique Audiffred, y tuve el honor de haber trabajado con sus integrantes montando algunas de las danzas que había investigado en este estado.
Hastiados de los bailes trillados y desvirtuados que componían el festival oficial de la Guelaguetza, ideamos un programa de las manifestaciones coreográficas oaxaqueñas menos conocidas para presentarlas con toda la autenticidad merecida. Una vez integrada la programa buscamos públicos en donde poner a prueba nuestros criterios. Por entonces yo había regresado a Atlixco e invité el grupo a presentarse en la Ciudad de Puebla, y posteriormente en Atlixco.
Pero por entonces suscitó un problema: las señoritas del grupo no podían dejar a Oaxaca para viajar tan lejos de casa sin ser escoltas por sus padres. Era el año 1965 y aún no se había inventado la famosa “píldora.” Entonces concebí reemplazar las señoritas oaxaqueñas por muchachas atlixquenses y, con la ayuda del profesor José Alatriste, recluté niñas con el tipo físico adecuado de la Escuela Vicente Guerrero para indoctrinarlas en las danzas y usanzas oaxaqueñas, y después coordinarlas con el grupo del maestro Audiffred al arribo de este el día de la representación. Atavié a las niñas atlixquenses con las prendas oaxaqueñas apropiadas de mi propia colección de trajes regionales, y di a la tarea de enseñarlas los bailes oaxaqueños. Para diferenciarlas del grupo oaxaqueño bauticé a nuestro conjunto con el nombre “Grupo de Danza Regional Atlixcayotl” en el sentido de “canto danza de Atlixco”, a la usanza de los antiguos aztecas. Eso fue con miras de después presentar, con este mismo grupo, algunas de las danzas de la comarca atlixquense que ya había comenzado a investigar. Así fue como surgió la palabra “Atlixcayotl.”
El grupo aludido tuvo poca duración. Después de las presentaciones del Programa oaxaqueña en el Auditorio de la Reforma en Puebla, y posteriormente en la Escalera Ancha en Atlixco durante el mes de septiembre de 1965, el grupo disolvió. Pero quedó la palabra latente de Atlixcayotl cuyo uso ulterior nadie presagio.
No fue hasta diciembre de este mismo año que el Sr. Alfonso Oropeza, entonces delegado de turismo en Atlixco, me instigó a presentar el programa (oaxaqueña nuevamente ante un grupo de 400 turistas norteamericanos que supuestamente iban a visitar a Atlixco en estas fechas. Ante la imposibilidad de hacerlo, pues los jóvenes oaxaqueños se habían marchado y el grupo de muchachas atlixquenses se había disuelto, opté por invitar a algunos pueblos de los alrededores de Atlixco para presentarse con sus propios bailes y danzas. Después de considerar algunos lugares cercanos como posibles escenarios de la representación, decidimos a aprovechar nuevamente a la Escalera Ancha. Para designar de alguna manera este festival improvisado recurrí al nombre que había puesto a nuestro grupo de danza y así nació el primer Atlixcayotl . Para llevarlo a cabo unas pocas personas entusiastas de Atlixco formamos la “Comisión para la preservación de nuestras mas bellas tradiciones”, que posteriormente se transformo en la “Asociación Civil Atlixcayotl”. Estas personas fueron el Sr. Mariano Rosales Tapia, el Prof. José Alatriste León, la Sra. Gloria Vargas Aguilar, la Señora Perfecta Ramírez Malpica, el Sr. Enrique Cabrera Saavedra y su esposa Georgina Martínez Cabrera, el Ing. Gabriel Rosas Piñeyro y Su esposa Josefina Larrañaga Medina, el Sr. Julián Torres Pineda, el profesor Juan Espinosa y unos cuantos más.
Participaron en este primer Atlixcayotl el conjunto de la “Música Azteca” de San Jerónimo Coyula; la banda de viento de San Miguel Ayala; la “Danza de los Vaqueros” de La Soledad Morelos; la “Danza de los Doce Pares de Francia” de la Colonia Guadalupe Victoria; una “Boda Indígena” de La Magdalena Axocopan, un grupo de solareños de los Solares Chicos y los Solares Grandes que obsequiaron los tradicionales “ramos” de flores, fruta y café al público. Una pareja de jóvenes, los hermanos Soto, presentó el “Jarabe Tapatío.” Como la boda de Axocopan no se había efectuado en muchas décadas sus integrantes fluctuaban entre las edades de sesenta y ochenta años. La señora Cecilia Jiménez, octogenaria de este grupo, se distinguió cantando los versos en náhuatl mientras bailaba dando brincos inusitados causando la admiración de la concurrencia.
El presidente municipal de aquel entonces era el profesor Graciano Tecuanhuey. Sin embargo no asistió a este evento; todavía el Atlixcayotl no había tomado un matiz político. Sin embargo su esposa, la profesora Estela O. Tecanhuey hizo presencia, acompañada por algunos notables de este lugar. Este primer festival, y él que siguió, se hicieron al estilo de concursos y en esta ocasión la profesora Tecuanhuey encabezó el jurado calificador. El H. Ayuntamiento donó 14 kilos de carne de res para el mole y la profesora Tecuanhuey aportó siete kilos de frijoles en nombre del Instituto de la Protección a la Infancia que ella presidía en Atlixco. Las demás aportaciones emanaban de las manos generosas del pueblo atlixquense.
Después del éxito del primer Atlixcayotl en 1965
“…Un asunto de suma importancia debía ser atendido previamente en calidad de prioridad: era imprescindible dar cuenta de los hechos a don Antonio y tomar su parecer para los pasos a seguir”.
Don Antonio no era otro que el señor Antonio J. Hernández, asesor vitalicio de la Confederación Revolucionaria de Obreros Mexicanos en Atlixco (CROM), y cuya jurisdicción llegaba al norte hasta las colindancias con Cholula y el Municipio de Puebla, y al sur hasta los límites con los estados de Guerrero y Morelos. Era compadre y padrino de muchas familias y dueño de extensas y buenas tierras. Su mando era indiscutible, rivalizando con la potestad ejercido por el cura de la parroquia de la Divina Infanta y rebasando la influencia del mismo presidente municipal constitucional. Era inconcebible seguir un paso adelante en cuanto al Atixcayotl, … habíamos movilizado a los pueblos, al menos a ciertos grupos de los pueblos, y esos correspondía únicamente al dominio de este señor…así se hizo una cita en nombre de la Comisión.. .Al llegar el día. . .todos los miembros de la Comisión nos presentamos puntualmente y en una sola y solemne columna emprendimos la marcha hacia Metepec…el mismo señor J. Hernández nos admitió en su oficina….Fui el último en pasar, . . .el señor me dio la mano; era de elevada estatura y corpulento; al saludarme miraba cuidadosamente a izquierda y derecha.
Con paciencia y cortesía paternalista escuchó las razones de la Comisión… El Sr. J. Hernández mostró simpatía por nuestra causa y nos insito a seguir trabajando tenazmente. Con posterioridad, nos prometió, “acudiría a nuestro amparo”… suspire con alivio: la máxima autoridad no había considerado de suficiente importancia al Atlixcayotl como para que ameritara su intervención.
Aun no era asunto político…”
Aún quedaba otro personaje de peso que deberíamos abordar, el Ing. Pablo Maurer Avalos, presidente municipal electo que asumiría su cargo en el mes de de febrero de 1966. Fue Enrique Cabrera quien me presento con él, En la entrada de la fuente de sodas en el parque central de Atlixco.
Después de escuchar con paciencia mi petición de permitirnos efectuar el siguiente Atlixcayotl en el Cerro de San Miguel. Me preguntó el porqué de no continuar realizándolo en la Escalera Ancha.
“Es que no caben más de dos mil personas, muy apretadas”, conteste. Maurer dejó escapar una leve risa. “Si suban más de esta cantidad pueden seguir realizándolo ahí”, dijo, “pero vaya escogiendo una piedra que no desentona con el cerro, porque voy a Construir un tanque de agua para la colonia este próximo mes de mayo, ahí mismo donde piensan realizar su fiesta.” Dicho así no quedaba más que trabajar duro. Escogimos una fecha lo más lejano posible, pero que caía antes del comienzo de mayo. Para esto designamos el último domingo del mes de abril, el día 24, y se dio a la tarea de organizar los grupos colaboradores para esta fecha.
Aparte de los pueblos participantes en este primer Atlixcayotl celebrado en el cerro, se había reunido a algunas personalidades del mundo científico, principalmente antropólogos, y del mundo literario, periodistas y autores como invitados de honor. Estos disfrutaron una suculenta comida preparada en el Molino de San Mateo, añoso edificio que data del siglo XVIII, empresa y hogar de la familia Maurer quienes presidían esta reunión… Mientras tanto se había reunido las comitivas participantes de los distintos pueblos de la comunidad en el atrio de la iglesia de San Francisco, precisamente al lado opuesto del Cerro de San Miguel del lugar preparado para este Atlixcayotl. Llegada la hora de dar comienzo al festival organizamos a los grupos y, sigilosamente, tomamos la vereda que conducía sobre el famoso Peñón y que nos llevaría directamente al lugar de la fiesta. Antes de entrar al sitio designado hicimos que tocaron todos los conjuntos musicales, y, echando cohetotes •al aire, entramos a la pista. Por entonces la ladera del cerro estaba tapizada con una multitud de gente esperando nuestra llegada. Se sorprendieron al vernos, tantos conjuntos de danzantes ataviados con el más variada y pintoresca indumentaria, llevando las flores y frutos de la tierra y pequeños regalos para agasajar a la concurrencia. La sorpresa fue mutua al ver tanta gente reunida en este lugar. El Ing. Maurer Avalos, tan sorprendido como nosotros, exclamó complacido:
“¡el pueblo ha respondido, y los pueblos también!”
Un conjunto de niñas de San Jerónimo Coyula, luciendo la brillante vestimenta de su pueblo y lustrosas coronas de hojalatería, abrieron el evento bailando la “Contradanza”, que terminaron con el tejido de listones sobre un palo sostenido por un huizo (gracejo) enmascarado. Enseguida se presentó la Colonia Guadalupe Victoria al mando del maestro Eulalio García bailando la hierática danza de “Los Doce Pares de Francia” al compás de una briosa banda cíe viento.
Los Solares Chicos, comunidad en la orilla de la ciudad de Atlixco, presento el baile de “El Panadero” .
Una pareja del pueblo invitado de honor, Acatlán de Osorio, comunidad de la Mixteca Poblana, bailó el “Palomo Acateco’, acompañada por un conjunto de cuerdas e instrumentos de viento conocido como la “chichipelada”.
Irrumpió inesperadamente el alegre carnaval de San Juan Huiluco con sus máscaras de cuero dibujadas con alacranes y el danzante principal llevando un petate emboscado sobre el cuerpo cual si fuera un armazón guerrero y, en efecto, enseguida suscitó una guerra a limazos entre los integrantes de este grupo que terminaron colgando el danzante principal, el piloloc (“ahorcado”) de un armazón de vigas.
San Baltasar Atlimeyaya escenificó una boda según las costumbres de este pueblo, y bailando el Tlaxcalteco (Señor de las tortillas) y el Xochipitzahuac (Flor menudita), sones tradicionales de la región.
Este primer Atlixcayotl celebrado en el Cerro de San Miguel cerró con broche de oro cuando, al compás de una marcha militar, los hombres, las mujeres, y las doncellas, malintzis entraron en acción ejecutando las coreografías intrincadas de la “Cuadrilla Tarrasgota”.
El musicólogo Samuel Martí. Quien asistió a este Atlixcayotl, bautizó a la pequeña plaza de la danza improvisada con el nombre náhuatl Netotiloyan (lugar de la danza). Designación que ha perdurado hasta el presente.
El Ing. Pablo Maurer, visiblemente impresionado por la destreza de los participantes, y por su gentileza al repartir los presentes traídos desde sus pueblos. Prometió su apoyo incondicional al Atlixcayotl, y así cumplió su ofrecimiento hasta el final de su trienio. Tanto fue el éxito de este Atlixcayotl enseguida se programó el siguiente. Para entonces se pudo acomodarlo dentro de los festejos del Cerro de San Miguel en el mes de septiembre. Así lo hicimos para dar una razón de ser al festival y para asegurar una nutrida asistencia a este evento.
Por entonces la romería del Señor San Miguel se había desvirtuado tremendamente convirtiéndose en una gran borrachera colectiva por las múltiples carpas cerveceras que se instalaron por las laderas del Cerro de San Miguel. Ya no se acostumbraba la danza de las niñas “Pastoras” que se había realizaba antaño en la pequeña capilla del santo festejado, ni las danzas de “Moros y Cristianos” que se apretujaba en el reducido atrio dando machetazos al aire que la multitud esquivaba para poder entrar y salir de la capilla. Atlixcayotl transformó el carácter de estos festejos, restaurando su dignidad, y adornándolos con la participación pintoresca de los pueblos de la comarca, y del estado entero de Puebla.
Mi insistencia en que los próximos festivales tomaran lugar en el Cerro de san Miguel obedecía a la importancia que esta eminencia ha tenido en la región de Atlixco desde tiempos muy remotos. Suponíamos, equivocadamente, que, en el pasado indígena, el Cerro de San Miguel se llamaba Popocatica. Ahora sabemos que el Popocatica es otro monte localizado en terrenos de Tianguismanalco, cerca de San Martín Tlapala. Según algunos investigadores el nombre prehispánico del cerro era Macuilxochitepetl, y por otro nombre Totolquemet. Existan otras dcsiginaciones indígenas del lugar, y aún queda por esclarecer el nombre, o nombres, que tuvo el cerro en el pasado prehispánico.
Sabemos por las relaciones de Motolinía, Torquemada, y otros insignes monjes etnólogos de la colonización española, que estas tierras fueron ocupadas bajo el mando del caudillo Xelhua Los tiestos desenterrados fortuitamente al arar la tierra o practicar las zanjas para la construcción, estudiados subsiguientemente por arqueólogos capacitados, demuestran una larga ocupación humana que remonta a la época preclásica hasta la época azteca tardía abarcando un sinnúmero de civilizaciones indígenas, un calidoscopio de culturas, usanzas y costumbres. Pero aún así, fuera muy aventurado conjeturarse que supervivan vestigios de la música y la danzas practicadas por estos grupos.
Nos enfrentamos con la imposibilidad de recrear un festival “prehispánico”, ya que no somos prehispánicos y no existen datos precisos ni descripciones pormenorizadas de las prácticas musicales y coreográficas de aquellas etapas tan remotas. Sin embargo las formaciones coreográficas básicas y universales de las diversas épocas culturales se presentan por lo largo y lo ancho del área estudiada. Siempre se buscó razones históricas para fundamentar las danzas y los bailes representados en el Atlixcayotl. Las noticias de restos arqueológicas halladas ese lugar y el hecho de que prevalecía la romería popular de San Miguel durante el mes de septiembre, dieron la pauta para celebrar el festival en este lugar y esta temporada.
La tradición oral de Atlixco menciona la existencia de un teocali indígena dedicado al dios de los vientos Ehecatl Quetzalcóatl en donde actualmente existe la capilla dedicada a San Miguel. Eso sigue un razonamiento ya que es conocido que los conquistadores españoles substituyeron las deidades indígenas por los santos del santoral católico. Parecía lógico que el reemplazo de Ehecatl Quetzalcóatl, la “serpiente emplumada” y deidad del aire, fuera San Miguel Arcángel que también viste plumas y es del aire, amén de ser el vencedor de la serpiente infernal quien, desde el punto de vista de los primeros misioneros se manifestaba en el propio Quetzalcóatl. Las referencias a Quetzalcóatl en la región cercana a Atlixco, particularmente en Cholula, son abundantes; no así tan numerosas en cuanto a Atlixco propio, por eso citamos una de las escasas alusiones tomada de un estudio del ilustre investigador Ángel María Garibay:
“Es interesante que Quetzalcoatl, este dios etéreo de plumaje precioso, siglos más tarde, y por la magia del sincretismo religioso, pudiera haberse fusionado con el jefe de la milicia celestial: San Miguel , constituyendo así el cerro coronado con la capilla-teocali en el eje religioso del perímetro y de los tiempos. Intuí que el pequeño espacio plano en el Cerro de San Miguel , escogido para la presentación del Atlixcayotl, pudiera haber tenido una función similar en tiempos prehispánicos”
Esta suposición fue confirmada durante las excavaciones practicadas para la ampliación del lugar cuando fueron descubiertos ahí varios idolillos de piedra; las bases de construcciones de evidente manufactura prehispánica, y un piso de estuco, precisamente en el sitio escogido. Apresuramos a cubrir este vestigio nuevamente para su protección y quedó intacto hasta la remodelación de la plazuelita mucho después cuando ya no teníamos inherencia en las decisiones tomados en turno al Atlixcayotl.
Sin embargo quisiera, personalmente, ofrecer aún otra interpretación ya que en septiembre es el mes en que soplan las primeras vientos del invierno, gobernados supuestamente por Ehécatl Quetzalcóatl, en preparación del arribo de los dioses aztecas; la veintena que sigue a ésta es tleotleco, “La llegada de los dioses.” La tradicional proliferación de papalotes lanzados al aire desde el Cerro de San Miguel en este mismo mes atestigua el fenómeno anual de estos vientos temporales. Es por estos hechos que considero el lugar y las fechas en que se celebran el Atlixcayotl como inmutables; las evidencias apuntan hacía una celebración indígena en tiempos pretéritos en el lugar y las fechas citados.
El método de trabajo para la realización del Atlixcayotl se basó en las investigaciones del campo. Poca investigaciones se hizo de archivos dado a que estas manifestaciones coreográficas no habían sido registradas anteriormente. Se recurrió a las entrevistas de personas de mayor edad en las poblaciones estudiadas. En especial personas quienes habían participado de una manera u otra en las danzas de su sociedad. La música tradicional instrumental del área abarca desde los instrumentos musicales más primitivos, como es la flauta de carrizo y el tamboril utilizados en la “Danza de los Tecuanis” y de los “Santiago Moros”, ejecutados ambos instrumentos por el mismo músico.
El conjunto de la llamada “música azteca”, se compone de tres instrumentos: el huehuetl (tambor vertical de un solo parche) erróneamente llamado “teponaxtli”; la tarola, o tambor militar de doble parche, y la “chirimía” (el oboe español de posible origen africano). De estos tres instrumentos solamente el primero es de origen prehispánico . Siguen en orden de introducción cronológico los conjuntos de cuerdas compuestos usualmente por un violín y una guitarra o un bajo quinto o bajo sexto traídos desde Europa a la raíz de la Conquista Española.
Son muy características las bandas de viento que pululan en varias poblaciones y son tan populares que en ocasiones coexisten más que una en la misma comunidad. Los cantos, que muchas veces fueron vocalizados en el idioma náhuatl, u otros idiomas indígenas, fueron grabados en cinta inagnetofónica con el fin de algún día transcribirlos en papel y traducirlos al español para su mejor comprensión. También la música instrumental fue grabada en cinta magnetofónica con una grabadora portátil de mi propiedad marca Uher. Estas grabaciones servían a tres propósitos, 1.) Registrar la música para su conservación, 2.) Documentarla con propósitos de planeación y organización del festival (tomando en cuenta los tiempos de duración, etc.) y 3.) La elaboración de programas radiofónicos que se difundían cada domingo, mañana y tarde, por la estación local X.E.X.D., “La Voz del Valle”, propiedad de los señores Georgina y Enrique Cabrera Saavedra, acérrimos miembros activos del Atlixcayotl desde sus principios. El programa, intitulado “La Hora del Atlixcayotl” presentaba material grabado en los alrededores de Atlixco; reseñaba los festejos patronales, los carnavales, los casamientos, y hasta algún funeral de un “angelito”
También se informó al público en general de las actividades de la Asociación Civil Atlixcayotl y de las costumbres de la región, además de motivar a los pueblos mismos que, al escuchar por radio su propia música y entrevistas de personas conocidas, sentían cierta satisfacción de autoestima tomando más interés en las manifestaciones culturales de su comunidad. De este modo motivaba y sensibilizaba a la gente, haciéndola participe y así más propensa a colaborar con el festival.
Las danzas no pudieron ser registradas en un principio por falta del equipo apropiado, una cámara cinematográfica, y por el alto costo de la película de este tipo. Esta deficiencia ha sido superada ahora por la introducción de las Videocámaras que son de bajo costo al igual que el material de grabación que emplean. Por eso durante el transcurso de la investigación se limitaba a la simple observación y anotación de estas manifestaciones, además de la participación personal en ellas. Una vez observadas, las danzas tuvieron que ser editadas para poder representarlas durante el Atlixcayotl, pues fueron de larga duración, requiriendo varias horas y aún varios días, para su ejecución. Se intentó siempre de conservar la esencia de estas danzas a la vez de ofrecer una versión recortada más digerible que pudieron encajar en el tiempo limitado del festival. Se presentaron como muestras de cada danza una versión editada compuesta del baile de entrada, unos trozos importantes de la parte medular y el final. Los parlamentos, cuando habían, fueron escogidos y también reducidos para transmitir una síntesis del significado de la pieza.
Poco del vestuario tradicional había sobrevivido, especialmente en las poblaciones mestizas en d el cambio social hacía el modernismo era más acelerado. Algunas prendas se habían salvado en los fondos de antiguos baúles y esas fueron documentadas cuando no era posible adquirirlas directamente. Las otras prendas, totalmente desaparecidas por el paso del tiempo, me fueron descritas verbalmente por las ancianas, que las conservaban en la memoria y fueron resucitadas mediante una especie de “retrato hablado”. Mientras las informantes describieron cada prenda las dibuje según mí entender. Estos bosquejos fueron escrutados por las informantes y corregidas por ellas hasta aproximarse lo más pasible al vestuario original.
En el caso de Huaquechula disponíamos de un acervo extraordinario de exvotos pintados en lámina que tapizaban las paredes del santuario de Santiago Tetla, a unos pocos kilómetros distantes del pueblo aludido. Calculé unos dos mil de estos retablitos, muchos de los cuales fueron pintados con una precisión extraordinaria dando testimonio de la indumentaria del siglo XIX de Huaquechula y pueblos cercanos. No era posible copiar todos ellos a mano pero hice unas anotaciones y me apresuré en conseguir una buena cámara con el propósito de documentar todos ellos, uno por uno. Cuando regresé a Tetla con la cámara encontré que habían bajado todos estos exvotos y estaban pintando el interior de la iglesia con pintura que habían adquirida… ¡con la venta de aquellos! Así que perdimos para siempre otro tesoro cultural que nos hubiera auxiliado en la comprensión del pasado regional. Pero casualmente describí que una vecina las oficinas improvisadas de nuestro Atlixcayotl era descendiente de Huaquechula y su madre, quien había sido costurera al igual que ella, al salir del pueblo había traído varios trozos de papel de estraza en que había calcado las grecas que adornaban las orillas de las amplias enaguas huaquechuleñas. Nos habían hecho referencia a estas grecas anteriormente en el pueblo, sin poderlas imaginar. Sin este hallazgo fortuito no hubiera sido posible recrear con exactitud las formas variadas de esta indumentaria. Hechos similares sucedían, misteriosamente, en otras poblaciones visitadas, apoyando la investigación.
Para organizar a los grupos de participantes del festival se buscó personas claves en cada comunidad. No faltaba que me comunicara que fulano es “de gusto”. O la señora de tal es “de gusto” y podrían “salir al baile.” Con estas personas rescatamos bailes casi olvidados para su presentación en el Atlixcayotl. Dignas de mencionarse son algunas de estas personas: doña Santa Velásquez y su esposo Manuel, conocido corno “Chile y papas”, de San Juan Tianguismanalco; a Delfino Galindo de Axocopan; a Juan Nieves de La Soledad Morelos a Hilario Pinzón de La Magdalena Yancuitlalpan y cuantas más, demasiados numerosas para mencionar aquí. Las danzas formales no presentaron el mismo problema que la reconstrucción y organización de los bailes: a diferencia de éstos, aquellas estaban debidamente organizadas por sus dirigentes y disponibles para presentarse en público dado la oportunidad. Fue su cuestión de restaurar algunos detalles de la indumentaria que habían sucumbidos a la modernización, principalmente los huaraches de manufactura local que habían sitio desplazados por zapatos tenis,
Se solicitó la colaboración del pueblo de Atlixco desde un principio en forma de efectivo, especie y servicios, recolectando fondos económicos en las casas comerciales, comestibles para el agasajo de los danzantes en el mercado publico, así como el apoyo de la policía de transito que consiguió camiones de pasajeros y de carga para transportar a las comitivas de danzantes de sus pueblos a la ciudad de Atlixco y su retorno al finalizar la fiesta. La gasolina fue proporcionada por las gasolineras locales. Maestras de escuela, cocineras del mercado y amas de casa unieron Fuerzas para preparar el banquete que se sirvió al final del festejo. En estas comilonas el pueblo y las autoridades regocijaban democráticamente en alegre compañía.
Los adornos de los espacios designados por diversos actos de presencia estaban a cargo del profesor José Alatriste y su club social de numerosos afiliados quienes cortaban banderas de papel de china y otras decoraciones. Pero el adorno por excelencia fue el “arco de cucharilla”, que se convirtió en el símbolo de la fiesta. El primero de estos fue una aportación de la población de La Trinidad Tepango pueblo muy diestro en la construcción de estos arcos. En los anos consecutivos otros pueblos construyeron sus propias versiones de estos arcos de indudable origen prehispánico.
Desde el primer Atlixcayotl celebrado en el Cerro de San Miguel se había dado la tarea de acondicionar el lugar para conformar con las necesidades de este Festival. Por entonces el Sr. José Huerta trazo, y abrió, una brecha de acceso al lugar. Un norteamericano residente en Atlixco, el Sr. Richard Gibbons,
Se encargó voluntariamente de acondicionar el Netotiloyan (lugar de la danza). Con pico y pala, usando pólvora en lugar de dinamita para no peligrar a los vecinos del lugar, y con una fuerza de trabajo proporcionada por presos voluntarios de la cárcel municipal, Gibbons removió toneladas de tierra, roca y tepetate acomodó pequeñas terrazas de piedra rellenas con tierra y pasto para formar gradas para el público, dejando el lugar con un aspecto natural. La idea era conservar el ambiente ecológico del cerro, respetando el contacto de danzantes y publico con la madre tierra.
Fue en septiembre del año 1966 que se pudo presentar el Atlixcayotl en sus dos partes: el Atlixcayotl (Atlixcayotl chico) y el Huei Atlixcayotl (Atlixcayotl grande):
1.- El Atlixcayotl idealmente se celebra el 2° domingo de septiembre antes del Huey Atlixcayotl, que era precisamente la duración de una veintena azteca (cemestli). Esto se componía de grupos venidos de las tres regiones geográficas que convergen en Atlixco : El Valle, La Tierra Caliente, y El Volcán , más una representación de la ciudad misma. Se acostumbraba invitar a una comitiva de danzantes de otra región del estado e incluso, de otro estado de la República. Por los muchas problemas que atravesaba la organización del Atlixcayotl de cada año, el Atlixcayotl dejó de efectuarse a medias de la década de los 70’s.
2.- El Huey Atlixcayotl (Atlixcayotl Grande) se compone de comitivas de danzantes de las once regiones etnogeogrúficas del estado : los Valles Centrales; la Región de Los Volcanes; la Tierra Caliente, la Mixteca Poblana; la Región Popoloca; la Cañada Poblana; la Sierra Negra; la Región de Los Llanos; la Totonacapan Poblana: La Sierra Norte de Puebla y la Huasteca Poblana.
El Atlixcayotl finalmente cristalizó en la forma planeada en el año 1976. Irónicamente fue en el siguiente año que este festival fue, primero suprimido por la autoridad municipal, y después pasado a otras manos que lo organizaron a su antojo, efectuado cambios estructurales que desvirtuaron este festival llevándolo a la pérdida de sus valores esenciales.
CONCLUSIÓN
En conclusión diré que el Atlixcayotl es un festival de formación reciente compuesto de música, cantos, danzas y rituales vernáculos gran parte indígenas, rescatados mediante la investigación de Campo, y conservados gracias a su evaluación y su presentación periódicamente en este festival. Se lo celebra durante el mes de septiembre, idealmente en dos ediciones: el Atlixcayotontli el segundo domingo del mes, dedicado a las tres regiones geográficas que convergen en Atlixco, y el Huei Atlixcayotl, celebrado el último domingo del mes y dedicado a las once regiones etnogeograficas del estado. Las representaciones de las danzas, bailes y rituales se basaron en las investigaciones de Campo, la motivación de los pueblos participantes y las Aportaciones en forma de efectivo, especies y servicios, proporcionados por el pueblo de Atlixco conjuntamente con las autoridades municipales.
Cuando el municipio súbitamente retiró su colaboración por la década de los 70 los organizadores se veían en apuros para poder realizar el festival que siempre se había lograba a base de sacrificios. En retrospectivo se aprecia que todos los sinsabores valían la pena por haber logrado la existencia del Atlixcayotl y su continuación porque: Atlixcayotl fue, y debe de ser, un escaparate en donde los pueblos, mestizos e indígenas por igual, recuperan las valores perdidos para reconocerse a sí mismos; fue, y debe de ser nuevamente, museografía viva mediante el cual se rescate los valores ancestrales, reevaluándolas para su continua servicio a la cultural regional, nacional y universal; fue, y debe de recuperar su carácter de un foro en donde los pueblos pueden presentarse, tal como eran, y tal como son en el fondo del corazón y poder hablar de tú a tú con sus autoridades. En las palabras del musicólogo mexicano Samuel Martí:
“… El Atlixcayotl resultó un canto a la naturaleza generosa, un poema de luz, y una ofrenda a la abundancia y al amor fecundo, y sobre todo, un rayo de esperanza en nuestra lucha con las máquinas y’ de deshumanización y el conformismo disfrazada de progreso material…”
Hay que rescatar este Atlixcayotl de los efectos nocivos de un cuarto de siglo de vicios que le ha acumulado desde 1977. Hay que reenderezarlo en el sendero perdido. Si es necesario, hay que reinventar el Atlixcayotl”.
…. Cayuqui Estage Noel
(Noviembre del 2003)